Hacer la compra se ha convertido en un ritual. Cojo mascarilla, guantes y desinfectante. Mi nivel de atención se ha incrementado, no quiero que se me olvide nada en la otra punta de la casa porque tendría que deshacer mis pasos con todo lo que ello supone. Al llegar al supermercado me limpio los guantes con gel y añado otros transparentes a la suma. Cuando termino toda la coreografía de calles y carros, paso por caja y siento alivio. A mi lado detecto que la cajera está en apuros. Mientras espero, me fijo que una pareja intenta decirle a la dependienta qué chocolate quiere. Utilizan toda clase de artimañanas. Dedos,…