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    El ministerio de los cuidados

    Sumergida en la lobreguez de la noche, recuerdo cuando alguna punzada de dolor venía a visitarme. Tímidamente caminaba de puntillas hacia la habitación de mis padres, me ponía al lado de mi madre y le susurraba que había algo que hacía daño. Ella, desposeída de la pesadez de quien duerme profundo, se levantaba como una felina sigilosa, me preparaba un vaso de leche caliente y después se sumergía en la bóveda de mis sábanas. Mientras yo me convertía en ovillo, ella me abrazaba y era así como calmaba cada una de mis estocadas.