El otro día fui a comprar una máscara de pestañas para regalarle a una amiga. Cuando entré en la tienda la vendedora se abalanzó sobre mí, ofreciéndome un abanico desmenuzado de productos, no solo para las pestañas, sino también para mi pelo, mi piel, mis ojos, mis manos, incluso, mis futuras arrugas. -Esto te alarga hasta el infinito- me dijo. -¿Y esto? Parece que no te has echado nada. Esto realza tus labios aumentándolos de talla- culminó. Al final le compré el rimmel a mi amiga, pero también me llevé otro para mí. Un tratamiento de 30 días que, por lo visto, hará que mis pestañas luzcan un poco más…