El sábado por la mañana desde Huelva vimos una torre de humo que inquietaba a cualquiera que la mirara. Nos preocupamos. Pensábamos que venía de algún edificio, de alguno de nuestros bosques, de la fábrica, de algún pueblo. Más tarde, casi a la una, ya en la plaza comprando el esqueleto del frigoríco, descubrimos que aquel fuego venía de otro mundo, un lugar lejano pero conocido, el mismo del que vienen las personas que recogen los frutos rojos que aquel mismo día compré. Así era, las llamas incendiaban el Asentamiento de Palos de la Frontera, allí donde viven más de 500 personas. Al decirlo en voz alta, algunos corazones quedaron…
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El refugio de un hogar
El cierre de la cremallera taladró la cabeza dubitativa de Afla. Sintió cada pistón como si fueran pequeñas agujas que jugaban distraídas con su futuro. Hacía ya semanas que tenía lista su maleta, siempre detrás de la puerta. Miró a su hija, aún entre musarañas, y reconoció el miedo desbordando sus profundas pupilas que aún no llegaban a comprender la magnitud de la situación. Su risa juguetona se mezclaba con los estruendos de las calles.