El cierre de la cremallera taladró la cabeza dubitativa de Afla. Sintió cada pistón como si fueran pequeñas agujas que jugaban distraídas con su futuro. Hacía ya semanas que tenía lista su maleta, siempre detrás de la puerta. Miró a su hija, aún entre musarañas, y reconoció el miedo desbordando sus profundas pupilas que aún no llegaban a comprender la magnitud de la situación. Su risa juguetona se mezclaba con los estruendos de las calles.