Sumergida en la lobreguez de la noche, recuerdo cuando alguna punzada de dolor venía a visitarme. Tímidamente caminaba de puntillas hacia la habitación de mis padres, me ponía al lado de mi madre y le susurraba que había algo que hacía daño. Ella, desposeída de la pesadez de quien duerme profundo, se levantaba como una felina sigilosa, me preparaba un vaso de leche caliente y después se sumergía en la bóveda de mis sábanas. Mientras yo me convertía en ovillo, ella me abrazaba y era así como calmaba cada una de mis estocadas.
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Ignorante, se llama cambio climático
La evidencia del cambio climático nos azota en el cogote. Bofetón tras bofetón, el mundo científico nos brinda evidencias rotundas de que nuestra especie no se está portando demasiado bien.