Pasaron cosas. Un hombre mató a 22 personas en El Paso, siendo los latinos su objetivo principal. El Open Arms daba vueltas sin rumbo por el Mediterráneo hasta obtener puerto seguro. Ya hace tiempo que no salen en las noticias, aunque el mar siga siendo un cementerio de números. El último capricho de Donald Trump es Groenlandia. La listeriosis, cobra un triste protagonismo cobrándose varias vidas este verano. El huracán Dorian aterroriza las Bahamas. La crisis política y económica de Argentina no para de agravarse. Fuego voraz en Gran Canaria. La cuenca del Amazonas arde, siendo la principal región de bosque tropical del mundo. Se cumplen dos años de los graves episodios de violencia ejercida por el Ejército de Myanmar contra la minoría rohingya, que obligaron a más de 740.000 personas a huir hacia Bangladesh. Walmart limita la venta de municiones para armas tras la masacre de El Paso. Bolsonaro acusa a Bachelet de alinearse con Macron y defiende el golpe de Estado de Pinochet. Nuestros políticos han jugado una gran partida de ajedrez durante cuatro meses para, finalmente, concluir con unas nuevas elecciones. (Esto, en realidad, da igual cuando lo leas).
Aquí dentro también pasaron cosas. He conocido el verano en mi nueva casa. Mi madre y yo hemos desayunado con largas conversaciones mientras compartíamos té y tostada. He podido fotografiar su sonrisa con la luz del sol. He conocido el calor agotador de la Luisiana y la belleza callejera de Écija. He disfrutado de un concierto como nunca. He abrazado a mis amigas, sintiéndolas cerca, jóvenes y pequeñas. He comido churros de madrugada. He estrenado gafas nuevas, para ver la realidad algo más nítida de cómo me la cuentan. He disfrutado de tu gran paso, sintiéndolo como si fuera mío. He viajado a otro continente. Me he enamorado de ti en cada aeropuerto. He parado el tiempo en cada pestañeo. He conocido el caos, la historia de la capital del mundo, el verde de Canadá, el ladrillo rojo de Boston, la cheescake de Nueva York. 42.000 pasos en un día. 169 kilómetros a pie, 6 aviones, 4 autobuses. He comenzado a escribir lo que será mi primer libro. Lo cuido, le doy forma, lo acuno y mimo.
De vuelta, septiembre me hace coincidir en un organismo público con una de sus trabajadoras. Allí no pasaron cosas. La trabajadora no sabía mucho de comienzos ni de entusiasmo. Allí nada ocurría, el tiempo estaba encarcelado en el calendario y las manijas del reloj cuchicheaban para correr aún más rápido. Mientras tanto, ella, una profesional de 8 a 3, de sellado de labios, de parcas palabras, de molestias continuas, de reacción exánime, de ánimo muerto, ella celebraba su feliz cumplihorario.
Creía que septiembre nos regalaba otra oportunidad para renacer de nuevo. Creía que nos regalaba la estúpida excusa para empezar aquello que siempre quisimos. Creía que nos regalaba preguntas, dudas y ganas de cambio. Septiembre, creía que nos regalabas campanas de colegios, expectativas impolutas, nuevas temporadas, agendas que están por rellenar, calendarios a los que le faltan días y libretas que todavía están por escribir. Pero septiembre, mejor no me regales nada, tan solo la absoluta certeza de que puedes ser cualquier día. Yo prometo no hacerte pesar que eres el mes de los comienzos, que para eso también está enero. O marzo, si pensamos como los romanos. Lo dicho. Tranquilo y bienvenido. No dudaré en pensarte cada día como si fueras el primero.
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Teresa
Me encanta, cómo todo lo que haces