• Colaboraciones

    Un valor ecológico incalculable

    La luz entraba a borbotones por las laderas serpenteantes. Eucaliptos y encinares bailaban al son de la mañana con sus cabelleras calentadas por el sol. El reloj arrullador de las palomas animaba el canto venturoso de los zorzales. Ambos componían con ingenuidad la sinfonía de aquel fatídico día.