Sumergida en la lobreguez de la noche, recuerdo cuando alguna punzada de dolor venía a visitarme. Tímidamente caminaba de puntillas hacia la habitación de mis padres, me ponía al lado de mi madre y le susurraba que había algo que hacía daño. Ella, desposeída de la pesadez de quien duerme profundo, se levantaba como una felina sigilosa, me preparaba un vaso de leche caliente y después se sumergía en la bóveda de mis sábanas. Mientras yo me convertía en ovillo, ella me abrazaba y era así como calmaba cada una de mis estocadas.
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Ignorante, se llama cambio climático
La evidencia del cambio climático nos azota en el cogote. Bofetón tras bofetón, el mundo científico nos brinda evidencias rotundas de que nuestra especie no se está portando demasiado bien.
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Libros que liberan
Después de un arduo curso escolar, el verano auguraba mañanas calurosas a orillas del mar acompañada con el rasgueo del pasar de las páginas. Aquellos textos venían recomendados por hechiceras que creían que esas centenas de cuartillas podrían entretenerme, enseñarme o, quizás, transformar el curso de mi vida.
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Un hogar donde sentirse a salvo
Ante una situación de fragilidad los seres humanos necesitamos sentirnos a salvo. Protegerse ha sido una de las necesidades cardinales de nuestra historia.
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Encendamos el sentido común
Aún envuelta entre trapos gruesos y abultados, tu mandíbula tiembla presa de la frigidez que te circunda. La movilidad queda limitada y tus manos, entumecidas y hendidas, se entrelazan buscando el fervor que necesitan.
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Los únicos reyes en los que creo
La noche, repleta de hechizos y promesas mágicas, fue siempre vivida desde la ilusión y el entusiasmo. Cuando era pequeña escuchaba como mis amigas describían una jornada eterna, insomne, vigilantes y nerviosas por oír ruidos enigmáticos tras la puerta.
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Vidas a la deriva
«¿Dónde está mi bebé? ¡Ayudadme! ¡He perdido a mi bebé!». Una mujer se desgañitaba mientras su cuerpo se retorcía de dolor en medio de un navío. Su desesperación estremece, hiela y desgarra.
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Reciclémonos
Cada sábado me equipo con bolsas de tela para ir al mercado. Me paseo por cada puesto, mirando la fruta, saboreando la tierra que la sustentó y las innumerables manos que la transportaron. Algunos me reconocen y saludan, fruto de la cordialidad que, semana tras semana, se teje entre nosotros.
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Mujica para la vida
Recuerdo que hace un par de años recibí una llamada de un número desconocido. Una voz con tintes robóticos me explicó la ventaja de cambiar de aparato por tan solo unos euros más al mes. Fascinada, continué asintiendo a las promesas que me entonaba aquella voz enlatada. Poco después de colgar, satisfecha por mi hito, me di cuenta de que algo fallaba si quería más, teniendo ya. Si necesitaba más, cuando lo que atesoraba funcionaba sin pretextos.
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Las que mueven el mundo
Dentro de un ambiente bucólico, tres mujeres agazapadas aparecen en una escena cetrina. Las pintó Jean-François Millet en la Francia de 1857. Con Las espigadoras, el pintor quiso reflejar a las mujeres pobres que, una vez realizada la cosecha, recogían las sobras de la colecta diaria. Contaban con pocas horas antes de que el sol arrojara sus últimos incentivos para recolectar las migajas de trigo olvidadas. Un trabajo rudimentario para el cual usaban un único aparejo formado por diez hábiles dedos.