• Opinión

    Confinados sin casa

    Estoy acostumbrada a escribir con música. Suelo buscar listas que calmen el flujo de pensamientos que, a veces, atraganta mis dedos. He cogido papel y lápiz para intentar calmar mis sofocos y he salido a la terraza para escuchar la nada como sinfonía. 

  • Relatos

    No estás sola

    Abrí la ventana y allí estaba ella asomada, mirando cómo caminaba la soledad fuera de sus paredes. El viento saludaba a sus cabellos, la mecía para hacerle sentir viva de nuevo. Presente.

  • Relatos

    Esa es vuestra lucha

    Ya llega. Se siente cerca. Hoy un compañero me ha felicitado por ser mujer. -Ya llega vuestro día – me dijo. ¿Y el tuyo no? – me atreví a contestar. – No , no -me dijo entre risas. -Esa es vuestra lucha. 

  • Relatos

    Soledad

    Los bolígrafos bailaban sin tapa sobre la mesa, las notas amarillas ocupaban cada hueco de la agenda semanal, el café, ya frío, esperaba a ser recalentado al día siguiente y el ordenador, ahora sí, pedía su última actualización. Me disponía a recoger los últimos retales de papeles que había cortado minutos antes cuando sonó mi teléfono. -¿Sí?- logré decir, mientras recordaba la de veces que me habían dicho que no dijera la maldita respuesta afirmativa al contestar una llamada desconocida. Al otro lado, una voz inquieta, pero a la misma vez tímida y delicada, me habló con un tono muy apagado. – Hola… ¿hay alguien ahí?

  • Crónicas

    ¿Y tú, en qué mundo quieres vivir?

    ¿En qué lugar del mundo vivirías si tuvieras la potestad entre los dedos de tu mano? A mí, de primeras, me encantaría vivir en un sitio acorde con aquello que reconozco como justo. Un ‘buenos días’ en la escalera, un ‘gracias’ cuando no hay porqué, los pájaros sin jaulas, los zoológicos en libertad, el silencio decidido, la igualdad sin color, el amor sin complejos, la amistad sin intereses, el consumo lento, el campo verde, los mares sin plástico, nuestro paso limpio y sereno. Un lugar libre de tóxicos, personales, ambientales y nutritivos. Una sociedad consciente y no borrega. Una política bondadosa y sosegada. Me gustaría vivir en una tierra que…

  • Opinión

    Un llanto descolorido

    Como un chicle que se estira, cada vez más alejados, cada vez más desgastados, cada vez más infectados. Odio y guerra, una rabia que nos devora, un bicho malo que se nos mete por el cuerpo y nos retuerce los ideales, alaridos de repulsión hacia la mayoría, aunque la mitad de ella no salga de la casa de sus ideas por miedo o simple negativa.

  • Crónicas

    Mujer con o sin

    El otro día fui a comprar una máscara de pestañas para regalarle a una amiga. Cuando entré en la tienda la vendedora se abalanzó sobre mí, ofreciéndome un abanico desmenuzado de productos, no solo para las pestañas, sino también para mi pelo, mi piel, mis ojos, mis manos, incluso, mis futuras arrugas. -Esto te alarga hasta el infinito- me dijo. -¿Y esto? Parece que no te has echado nada. Esto realza tus labios aumentándolos de talla- culminó. Al final le compré el rimmel a mi amiga, pero también me llevé otro para mí. Un tratamiento de 30 días que, por lo visto, hará que mis pestañas luzcan un poco más…

  • Opinión

    Septiembre para renacer

    Pasaron cosas. Un hombre mató a 22 personas en El Paso, siendo los latinos su objetivo principal. El Open Arms daba vueltas sin rumbo por el Mediterráneo hasta obtener puerto seguro. Ya hace tiempo que no salen en las noticias, aunque el mar siga siendo un cementerio de números. El último capricho de Donald Trump es Groenlandia. La listeriosis, cobra un triste protagonismo cobrándose varias vidas este verano. El huracán Dorian aterroriza las Bahamas. La crisis política y económica de Argentina no para de agravarse. Fuego voraz en Gran Canaria. La cuenca del Amazonas arde, siendo la principal región de bosque tropical del mundo. Se cumplen dos años de los…

  • Opinión

    ¿En qué se está convirtiendo Europa?

    El sábado me dirigía hacia una lengua de arena de más de 13 kilómetros de longitud que transcurre al lado de la costa y separa las aguas del Río Piedras de las del océano Atlántico. Para llegar hasta ahí tuve que tomar un barco de 15 minutos. Llegué una de las primeras y tuve tiempo para acomodarme tranquilamente, pero a medida que pasaba el segundero, el barco se iba llenando de otros viajeros como yo. Los cuerpos se iban juntando y las mochilas, que antes descansaban a nuestro lado, las cambiamos a los muslos propios de cada uno. El navío estaba lleno, los asientos al completo. Estábamos en el agua,…