Colaboraciones

Una red que asfixia

Navegar por internet, llenar la cesta y tramitar el pedido. Comprar, consumir y se acabó. Una mujer también puede ser comprada y vendida una vez, veinte o treinta veces al día. Y mañana otra vez. Como si fueran peces dentro del mar, son capturadas por redes abominables donde el engaño y la desesperación son el mejor anzuelo.

Akanke nunca había imaginado no ser nadie. A los quince años se despidió de su infancia para siempre. Siendo la mayor de cinco hermanos, le aconsejaron soñar con Europa para poder labrarse un futuro mejor. Conoció a varios hombres que le prometieron llegar sana y salva a la tierra soñada. Entre rituales vudús, le organizaron el trayecto y Akanke tuvo que comprometerse a pagarles la deuda contraída. En el viaje fue humillada y maltratada. Cuando tocó tierra, estuvo bajo el control de aquellos hombres que le prometieron la salvación pero que, en cambio, la obligaron a lo que nunca imaginó. En contra de su voluntad tuvo que aceptar para salvarse. Se sintió como mercancía desechable obligada a dejar de existir. Dejó su nombre atrás, y en el agónico camino, también dejó de ser hija, hermana y amiga. Se despidió de sus sueños depositándolos en un baúl sin llave ni acertijo. Su cuerpo se convirtió en propiedad de otros que lo usaban sin dignidad. Aturdida, Akanke necesitaba un salvavidas que le diera oxígeno en un lugar inerte. -Esto no puede ser legal -se repetía. Pero vencía el miedo a las futuras represalias, se sentía desprotegida, apátrida en un mundo aciago.

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Artículo publicado el 5 de agosto de 2020.

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